lunes, 3 de diciembre de 2012

El Ocaso 

Cruzaban las nubes silenciosas el cielo color ocre del mes de Noviembre, mientras el ocaso bañaba la ciudad en colores cálidos, el frió de la noche acechaba. Sobre un parque entre edificios, el único oasis de vida en una jungla de cristal, asfalto y acero, pasaron al vuelo unas golondrinas en dirección al horizonte.
Allí se hallaba quien se encontraría de frente su destino, sentado en un banco, ignorante de todo cuanto la diosa fortuna le tenía preparado.
Se trataba de Joel, un hombre cercano a la treintena de edad. Había cometido errores en el pasado, había estado en la cárcel, sus pecados habían sido expiados, pero el perdón no olvida. Y debía pagar con su sangre y sus lagrimas, el daño que había causado.
Le dio la ultima calada a aquel cigarro, enfundó las manos en los bolsillos de la sudadera negra y se dirigió a su casa.

Tras pasar varios callejones, despistado pensando en sus cosas, llego a un lugar que de haber evitado, se habría salvado. Noto un fuerte golpe en la nuca y todo se volvió negro.
Al despertar se encontraba en un almacén  sentado en una silla atado de pies y manos. Una figura salió de entre las sombras, se trataba de un hombre con traje y corbata, guantes de cuero negro y gafas de sol. Cogió otra silla y se sentó frente a Joel.
-Bien, pedazo de mierda, ¿dónde esta el dinero del jefe?
-No... no se, no se de que me hablas...
Un rápido manotazo por parte de aquel hombre le cruzó la cara.
-Te hago una pregunta, y me das la respuesta que quiero ¿entendido?
-Si...
-Comprobemoslo, eres Joel ¿cierto?
-Si...
-Yo Gunman, es mi nombre en clave, encantado. Bien Joel, sere claro, te lo voy a preguntar una sola vez, puede que dos si te comportas bien. Si no me das la respuesta que quiero, te mato. Ahora dime, ¿donde esta el dinero?
-No lo se.
Gunman se levantó, cogió al silla y se la partió en la cabeza a Joel, dejándolo medio inconsciente  Luego cogió un barril de gasolina y comenzó a rociarselo a Joel por encima. El frío contacto de la gasolina le despejo, dándose cuenta de que iba a ocurrir.
-¡Lo juro! No tengo ni idea de donde esta el dinero -gritaba entre sollozos.
Gunman dejo el barril a un lado.

-¿Donde está el dinero?
-No lo se... lo juro... no lo se... -lloraba Joel
-Jonkie de mierda...

Gunman se levanto, encendió un cigarro y comenzó a fumar delante de Joel, echándole el humo en la cara.
-Estas muerto
Joel lloraba y gritaba desconsolado ante su destino inminente.
Gunman cogió el barril de gasolina, creando un reguero hasta la puerta, abrió los demás bidones del almacén  derramando el inflamable liquido por todos sitios. Se fue a la puerta, miró a Joel llorando desconsolado, dio una ultima calada y tiró el cigarro a la gasolina. El fuego se expandió con rapidez, alcanzando a Joel.

jueves, 29 de noviembre de 2012

¿Que hay más horrible que ver como tu mente se consume con el tiempo? Lo más horrible es no darse cuenta de ello.

Desde el momento en el que nací alguien empezó a perseguirme, a observarme. Sin juzgarme, solo contemplándome. Una figura con muchas caras y nombres, que yo la representare como la Muerte, ataviada con traje, corbata y fría mirada gris.

Veía a la segadora en cada esquina, en cada paso de peatones, en cada acción que podría repercutir de manera que ella y yo nos viésemos cara a cara.
No tenia miedo, pues realmente no era consciente de su presencia. Hasta que comencé a pensar.
Todo comenzó hace ya varios años, mientras jugaba al ajedrez y mi reina le hacia jake al rey matando a una torre. Mi cabeza, cual locomotora a vapor, empezó a funcionar a una velocidad de vértigo y de manera exponencial.
Desde entonces antes de dar un paso, antes de comenzar una conversación, antes incluso de levantarme de la cama, ya tenia los siguientes cinco o seis movimientos planeados.


Siempre he querido tener el control de cuanto me rodea, sin darme cuenta desperdiciaba mi carrera contra aquella figura de traje y corbata pensando en poner el siguiente pie, en lugar de admirar el paisaje.
Eso afecto a mi vida, a mis relaciones sociales, a mi día a día  Obsesionado con el control perdí a personas que me querían, perdí oportunidades únicas y  acabe sumido en un torbellino de movimientos repetitivos, es decir, una vida monótona y gris.
Plenamente por mi culpa, cuando quise darme cuenta de mis errores, ya estaba solo, y sin posibilidad de retorno, con una fría sombra acercándose cada vez más a mi. Seguía sin tener miedo, seguía pensando en mi siguiente movimiento, en lugar de mirar atrás y ver que mi fin cada vez estaba más cerca.


Cuando llegue al final del tablero, me di cuenta de que no podía avanzar más, entonces, aun siendo tarde, mire al pasado.
Perdí amores, perdí amistades, perdí tantas cosas... Solo por esa absurda manía de querer tener el control sobre algo tan efímero como lo es la vida.
Y ahora, al ocaso de mi existencia, solo puedo hacer algo y es dejar tranquilamente que la Muerte pose con seguridad y firmeza su fría mano sobre mi hombro.
Mire a su rostro y solo vi decepción, por desperdiciar un regalo que durante tantos años ella me había dado sin juzgarme.

martes, 15 de mayo de 2012

El Monstruo

La noción del tiempo es tan relativa, todo influye tanto, mientras para mi los minutos pasan como segundos para mis victimas los minutos pasan como horas.

Elijo a mis victimas estrictamente, deben ser personas que pasan inadvertidas entre la multitud, cabizbajas, generalmente con ropas grises, evitan las miradas y obedecen como tristes marionetas. No las odio, es más siento lástima por ellos, lástima de que vivan en un mundo gobernado por cerdos con dinero y es por eso que yo les libero de las ataduras de esta vida de mierda.
Lloran, gritan, me maldicen, pero en el fondo se que me lo agradecen. En su ultimo suspiro, cuando les libero con mis filos de metal de las ataduras de la vida, cuando su rostro se crispa de miedo y dolor, ahí es cuando noto que me lo agradecen, en su mirada perdida noto el brillo de gratitud que todo muerto le dedica a su asesino.
Ellos no lo comprenden, me tienen miedo, pero no deben.  Por eso me compadezco de ellos.
Soy un dios entre mortales.
Camino junto a vosotros, cruzamos miradas, en el metro, en los pasos de cebra, entre las poluciones de los coches y el humo de los cigarrillos. Sois un rebaño, seguís el camino sin mirar a los lados, vosotros y vuestra lúgubre rutina. Levantarse, ir a la oficina, volver a casa, ver la tele y volver a la cama, para que al día siguiente se repita la misma situación.
Yo os libero de vuestra maldición del tiempo eterno, de vuestra vida de tristes marionetas.
Soy un lobo disfrazado de oveja.

Vi a mi victima, la noche nos arropaba, el frío nos abrazaba, el viento nos susurraba.

Libéralo.
Era un hombre de metro ochenta, unos 90 kilos, traje de color gris, corbata negra y zapatos desgastados. Su mirada era cansada y vacía, debía salir de aquella condena llamada trabajo.
Condena impuesta por los de arriba, largas horas frente a una pantalla tecleando, lejos de la realidad, rodeados de informes sin terminar que se amontonan hora tras hora.
Le atrape por la espalda, con un pañuelo mojado de cloroformo. Le subí a mi camioneta.
Le lleve a mi garaje, lejos de miradas indiscretas.
Le desnude, le tumbe sobre la cama de metal y le aprisioné con cadenas, le amordazé la boca para que sus gritos no atrajeran a los curiosos.
Se despertó, parpadeó, me miró y reaccionó. Pataleó, intentó gritar, lloro, suplicó incoherencias.
No me moleste en explicarle que le iba a liberar de las ataduras de su condena. No lo entendería.
El trabajo, como siempre, fue impoluto. Con material quirúrgico le corte las extremidades, era necesario liberarse de las cadenas mediante al dolor, su sangre manaba por toda al mesa y goteaba el suelo.
Un rápido tajo en la garganta termino con sus sollozos y su constante movimiento.
Le liberé

Soy un dios entre mortales, un lobo en el rebaño, un cazador de almas en pena.

Pero me llaman monstruo. Quizás lo sea. Quizás sea un monstruo para vosotros.
Por no obedecer vuestras normas, porque vuestra moral no me afecta.
Pero... ¿Quien es más monstruo? ¿Yo por no ser como vosotros, por no obedecer vuestras leyes, por no darle valor a la vida? ¿O ellos? Ellos que os esclavizan, sin obedecer las leyes de la integridad humana, rebajando vuestra humanidad, conviertiendoos en zombis. Ellos tampoco obedecen la moral, ellos tampoco valoran la vida.
Pero ellos tienen el dinero que os controla, por eso yo soy el monstruo y ellos son adorados como el dios que yo debería ser considerado.

martes, 8 de mayo de 2012

Hombre.
Miedo. Carretera.
Velocidad. Cristales. Impacto.
Sangre. Muerte. Cuerpos. Miedo.
Ayuda. Luces. Sangre. Hombre. Carretera.
Dolor.Hospital. Más allá. Oscuridad. Sin sentido. Irreal. 

Calma.

Despertar. Llanto. Miedo. Irreconocible. Desconocidos. Desequilibrio. Dolor.
Hombre.
Tranquilidad. Salud. Recuperación. Instintos.
Depresión.
Miedo. Esfuerzo. Inutilidad. Dolor. Lecho. Oscuridad.
Despertar.
Comprender. Suspirar. Recordar. Oscuridad.

Calma.

GAME OVER


viernes, 27 de abril de 2012

Lágrimas de Sangre

El viento aullaba en mi ventana, el frió arañaba mi alma, yo sentado en un sillón mohoso y viejo en una casa destartalada con ojeras y grietas de vejez.
Un trueno rugió a lo lejos y las gotas comenzaron a lamer los cristales.
Que la soledad me invada cual ejercito romano no significa que no sea feliz, simplemente estoy estático en mi propio universo, donde mi mente es mi fortaleza inexpugnable. Otro trago de alcohol barato y una calada de aquel cigarro que me envenenaba, me corroía por dentro, yo lo sabia pero no hacía nada, no es necesario.

Salí de aquella vieja casa, y ande sobre la hierba, escuchaba sus gritos de dolor, cada pisada mía las torturaba.
Llegue al asfalto, frió asfalto que susurraba los nombres de cuantos perecían en accidentes automovilísticos. 
Vi a una pareja discutir y romper, ví el dolor de sus corazones, como cuchillas candentes desgarrando las válvulas cardíacas.
Vi una familia que lloraba a la muerte, por su padre, por su marido, por su hermano, por su hijo, por su tío, por su sobrino, por su abuelo... tantas personalidades, tantos corazones partidos por el dolor, encerrados en un mismo ataúd, en un cuerpo inerte.
Vi la rabia de un hombre despedido por el gran empresario, vi su dolor, su ira, su corazón que bombeaba sangre hirviendo, su impotencia por no poder luchar contra los de arriba... mire arriba, vi a un empresario de traje y corbata, maletín y mocasines, vi su corazón... y no vi nada, solo un frío desierto de cristal inerte.

Llegue al cementerio, silencioso, perfecto para mi eterno descanso, mire atrás, vi toda una vida de dolor, el dolor de sufrir, el dolor de una muerte repentina, el dolor de amar, el dolor de la muerte de un ser querido, el dolor de perder, y me vi a mi mismo sufriendo el dolor de llegar al final y no haber disfrutado de cada instante, vi brotar lagrimas de sangre de mis ojos para luego bañar ríos de color carmesí en mi cuerpo desnudo, mutilado por el tiempo y despojado de toda vitalidad, enterrado en una fosa sin nombre, sin ser recordado, y sufriendo por jamas haberme revelado contra el tiempo y ahora mi alma ha muerto sin haber luchado.
Seguían corriendo lagrimas de sangre por mis mejillas blancas y esqueléticas, una sonrisa fue lo ultimo que le dirigí al mundo antes de verme envuelto en total oscuridad, una sonrisa sarcástica y manchada de dolor.
 

martes, 24 de abril de 2012

La Cuarta Parada

Me levante temprano, como de costumbre me dirigí a la estación de trenes, no sabía por qué pero todos los días hacia el mismo monótono recorrido, para caerme en un bar de una ciudad donde nadie me conoce, y beber y beber.
Llegue a la estación de trenes, saque el billete y en pocos minutos llegó mi tren, quedaban unas cuatro paradas, un viaje de media hora, para llegar al bar que solía frecuentar. No me gusta que la gente sepa que tiendo a beber, por eso voy a un sitio tan alejado de todos mis conocidos.
Estuve, el tramo hasta la primera de las cuatro paradas que me quedaban, en completa soledad. En la primera parada mi corazón se detuvo, metafóricamente claro.
Se subió una chica, rubia, de ojos verdes, camiseta blanca de mangas cortas y un escote que dejaba entrever sus curvas, una cadera de escándalo cubierta por una falda hasta la mitad del muslo de color negra y roja y unas Converses negras. El tiempo se detuvo. Me quede cual adolescente, mirando aquella belleza que sacando un cuaderno de su bolso negro, comenzó a escribir. Mi corazón latía realmente rápido, un latido por cada palabra que escribía en su cuaderno, un suspiro por cada vez que mordía el bolígrafo, sensualmente a mi parecer, de forma pensativa.
Jamas he llegado a sentir un sentimiento tan fuerte por otro ser humano. Ya, ya lo se, el amor a primera vista no existe, el amor solo son un conjunto de hormonas y bla, bla, bla... Lo sé... Pero ella no tendría que volver a pasar para saber que era amor lo que yo sentía por aquella belleza de deidad. Debió darse cuenta de que yo la observaba, porque me miró.
Y me sonrió.
Mi cerebro divagaba entre múltiples posibilidades. ¿Una sonrisa de afecto? ¿ Interés por mi persona? ¿Atracción sexual?. Obviamente no era nada de eso, era una simple sonrisa de cortesía.
Cuando apartó su vista de mi, volví a la realidad, había llegado a mi destino y estaba el tren repleto de gente, y yo ni siquiera me había dado cuenta.
Me baje del tren y me dirigí al bar de mala muerte que solía frecuentar, me senté en una mesa apartada... comencé a beber y las horas pasaban con cada trago, la noche caía sobre la ciudad, el alcohol bajaba por mi garganta apaciblemente. La cerveza me recordaba al rubio pelo de aquella chica, no me la podía quitar de la cabeza, simplemente era amor.
Salí de aquel bar muy entrada la noche, y el destino quiso jugar con mi corazón, pues me volví a encontrar con aquel ángel. Nos chocamos en una esquina y nuestros cuerpos fueron a parar al suelo estrepitosamente, se levantó y me tendió su gentil mano para ayudarme a subir, su mano era suave como la seda, su piel blanca como las perlas.

-Vaya, no es la primera vez que nos encontramos hoy, ¿como te llamas?-dijo ella
-Ehm... esto... yo... yo soy. Yo me llamo Irene- el alcohol trababa mi lengua- ¿Y... y tu?
-Yo soy Helia. Encantada-me dijo sonriendo- Bueno me voy, ten cuidado.
-I-igualmente...-susurre mientras se marchaba

El destino quiso acobardarme, y no me pude lanzar a decirle que desde que la vi no puedo pensar en otra cosa mas que en sus ojos, y así es la fortuna... todos los días voy al mismo bar, quizás... algún día... me la vuelva a encontrar y pueda decirle que la necesito mas de lo que yo misma pudiera creer.