lunes, 24 de noviembre de 2014

Vacaciones Inolvidables


Las luces de la habitación parpadeaban, yo me encontraba tirado en el suelo junto con la mayoría de muebles y objetos. Parecía que alguien hubiera asaltado aquel lugar. Me levanté tambaleándome, mientras me sujetaba la cabeza dolorida por la resaca.
Me dirigí a la ventana, agarré las ásperas cortinas verdes y las abrí de golpe. La luz cegadora del sol me obligó a cerrar los ojos y se escapó un quejido de entre mis labios secos y agrietados, el salado olor a mar me indicó que estaría en algún lugar cerca de la playa. Al acostumbrarme al brillo del día pude comprobar cuan cierta era mi premisa. Estaba en el piso más alto de un hotel frente al mar.
Una sensación extraña me invadió, no veía a nadie, no oía a nadie. Solo se escuchaba un silencio ensordecedor. Intenté mirar hacia abajo, tratando de discernir a alguna persona en la piscina, en el chiringuito o en el verde césped, pero el vértigo me lo impidió y fui corriendo al baño a sufrir los efectos de una noche de alcohol.
Me miré en el espejo, mis ojos verdes estaban enrojecidos por la resaca, mi pelo negro despeinado, mi barba de tres días sin afeitar y con un corte reciente, probablemente de la noche anterior, en la mejilla.
Decidí que mi mejor baza era salir a investigar a que se debía tanto silencio y que hacía yo allí. Me cambié la camisa sudada y sucia por una más limpia, y salí.
Mi habitación no era la única que parecía haber sido saqueada, todo el pasillo estaba destrozado, cortado en más de un lugar por improvisadas barricadas de maletas y muebles. ¿Qué demonios había ocurrido allí?

Tras unos pocos minutos recorriendo el pasillo y sobrepasando obstáculos, llegué a una habitación que tenía la puerta entreabierta, el murmullo de la televisión se dejaba oír. Llamé un par de veces y entré. Había un hombre en el sofá frente a la televisión, de espaldas a mí, en aquella habitación iluminada solo por el tenue brillo que emitía la pantalla. Me dirigí a esa persona que parecía dormir, y cuando le di la vuelta al sofá y me paré frente a aquella persona, no pude hacer otra cosa que asustarme al reconocer que estaba muerta. Aquella persona tenía un hacha de bombero sujeta con sus manos muertas, la causa de la muerte parecía ser el trozo de cuello que le faltaba y sus vísceras colgantes. Parecía haber sido atacado por algún animal salvaje.
Aguanté la respiración mientras arrancaba el hacha de sus frías manos inertes y salí corriendo de aquella habitación, espantado. Tras un largo tramo corriendo, derrumbando con el hacha todos los obstáculos que se me interponían en mi camino, llegue a otra habitación abierta. Entré y cerré la puerta atrancándola con el armario. Salí al balcón a tomar un poco el aire fresco, lo necesitaba.
La imagen apocalíptica que vi en aquel momento quedo grabada en mi retina para el resto de mi vida. Personas atacándose entre sí, enloquecidas, mordiéndose y comiéndose unas a otras. No quise decirlo, pero se me escapó en un susurro.


-Zombis… 

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