lunes, 9 de marzo de 2015

Breve relato #1

Él esperaba sentado el diagnóstico del doctor. ¿De qué otra manera iba a esperar si llevaba siete años atrapado en aquella silla de ruedas?
Tras el accidente de tráfico no volvió a ser el mismo, desde que aquel todoterreno blanco le golpeó. Él conducía su ciclomotor y fue lanzado por el impacto contra un escaparate de cristal a más de cincuenta kilómetros por hora.
Desde entonces estaba en rehabilitación, tratando de volver a caminar poniendo todo su empeño. Pero aquellas sesiones solo habían sido una serie de fracasos a cada cual más deprimente. Él no avanzaba y sus pies seguían pesando como el plomo.
Cada pocos meses visitaba al doctor, para hacerse análisis y pruebas médicas, con la esperanza de presenciar un pequeño milagro.
El doctor le miró fijamente mientras suspiraba y se rascaba su canosa barba.
─Debo decirle, señor ─dijo el doctor mientras se quitaba sus gafas y las colocaba en el escritorio─ que las pruebas no detectan ninguna mejoría… Lo único que puedo aconsejarle es que siga asistiendo a rehabilitación y se siga esforzando.
Aquellas palabras le cayeron como un cubo de agua fría por la cabeza, no podía creer que después de siete largos años no hubiera ningún cambio. Cada vez que visitaba el hospital, para recibir la misma noticia, salía de allí desanimado, arrastrándose como alma en pena. Sin esperanzas.
Pasó el tiempo y él dejo de asistir a rehabilitación, cansado de ver cada día su fracaso. Se quedó encerrado en su casa, observando desde su ventana el limonero del jardín. Observó como una oruga se movía lentamente, alimentándose de las hojas del árbol, a diminutos pasos que parecían que no le llevarían a ningún lugar.
Sonrió taciturno al sentirse identificado con aquel insecto.
Poco después vio como la oruga se volvía crisálida quedándose quieta y en apariencia inerte. Al igual que él en esos momentos, en su crisálida emocional alejado del resto del mundo.

Y llegó el día en el que la mariposa salió de su cárcel de seda, y alzó el bello vuelo que otorgaba una vida dura de sufrimiento y paciencia.
Él se animó un poco y volvió a asistir a las terapias de rehabilitación.
Entonces, ocurrió.
Después de siete largos años, agarrado con fuera a los soportes metálicos de la sala de rehabilitación junto a la ayuda de su terapeuta, lo hizo.
Noto el peso de su cuerpo balancearse de una pierna a otra, y dio un pequeño paso. Y aquel pequeño paso fue el comienzo de un largo camino que le quedaba por recorrer, un largo camino que acaba de empezar y del que había logrado recorrer un pequeño paso.

Aquel era un pequeño paso hacia la felicidad.

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