lunes, 9 de marzo de 2015

Breve relato #2

Él esperaba sentado en un banco, de un parque perdido en la gran ciudad, bajo la sombra de un hermoso cerezo japonés. Esperaba sentado una revelación o alguna señal que le indicase cuál era su lugar.
Su existencia carecía de sentido ─pensaba él mientras las rosadas flores del cerezo caían sobre su pelo negro─  ¿Una persona incapaz de amar es acaso una persona de verdad?
Toda una vida de soledad, errática y tediosa le hacían sentirse incompleto. Un puzle sin acabar, un cubo de Rubik a medio terminar , una canción sin escuchar o una historia sin final.
Un anciano se sentó en el banco a su lado.

─ Hermoso árbol ¿eh? ─le dijo el anciano.
─ Supongo ─contestó secamente.
─ Esta ciudad es grande, gris y fría ─continuó hablando el anciano sonriendo. ─ Yo vengo de un pueblo pequeño y escondido a la sombra de una montaña. ¿Te gustaría oír una curiosidad sobre las ciudades grandes, grises y frías como esta?
─ Oiga, abuelo… ─comenzó a reprenderle para que le dejase tranquilo, ya que no le agradaba las compañías indiscretas
─ Son desiertos emocionales ─continuó hablando el anciano sin escucharle. ─Pero, como en todo desierto, tienen oasis de belleza. Este parque es uno de esos oasis de belleza, este árbol tiene muchos años y le ha dado cobijo con su sombra a tantos otros, que como tú, buscaban su lugar.
─ ¿Qué trata de decirme?
─ Lo que intento decirte, es que en las ciudades uno se suele sentir solo a pesar de estar rodeado de gente. A veces uno es incapaz de encontrar su lugar, a veces uno siente que no es capaz de amar. Contagiado, quizás, por el ambiente desértico de las ciudades donde nadie mira por nadie. Pero, ¿quieres oír un secreto? ─dijo el anciano mirándole─ Todos los seres vivos de este mundo amaran al menos una vez en su vida antes de morir. Créeme, nadie esta tan solo como cree.

El anciano se levantó y se fue del parque con su lento y feliz andar.

Aquel extraño anciano que pareció salir de la nada dijo las palabras que su corazón ansiaba oír. Se levantó del banco y miró detenidamente aquel cerezo. Definitivamente era hermoso. Y sonriendo con sinceridad, por primera vez en su vida, decidió no rendirse y amar al menos una vez en su vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario