miércoles, 4 de marzo de 2015

El Vacío

El Vacío

Era una agradable y cálida noche de primavera en una bulliciosa ciudad, los coches pasaban como estelas fugaces por el asfalto de las calles, la gente paseaba admirando los escaparates de las tiendas en vísperas de la Navidad. Las calles rebosantes de actividad estaban bajo la vidriosa mirada de una adolescente que observaba la ciudad desde la azotea de un alto edificio.
La chica estaba sentada al borde de la azotea, tecleando un mensaje en su móvil.
“No puedo más. Voy a acabar con todo esto ya”
La joven de no más de quince años vestía su uniforme escolar de colores grises y su larga melena pelirroja recogida en dos coletas a los lados de su cabeza.
La adolescente se puso en píe mirando al vacío con sus verdes ojos, de los cuales brotaban ríos de lágrimas que mojaban y enfriaban su pálida tez salpicada de pecas.

Llevaba años sumida en una profunda depresión. La presión del instituto, las constantes burlas de los crueles compañeros de clase y la complicada convivencia en una casa con una familia rota por la dolorosa separación de sus padres eran solo uno de los tantos problemas que tenía, la punta del iceberg. Se sentía sola, perdida, sin amigos, sin nadie en quien confiar, odiándose a sí misma al verse tan frágil y débil.
Miró la pantalla de su móvil, sin saber a quién enviar el mensaje, de modo que seleccionó un contacto al azar de la su agenda, sin siquiera mirar quien era.
Tiró su móvil al suelo de la azotea.
Miró hacia abajo y respiró hondo, sin atreverse del todo a dar un paso al frente aun.
El destino quiso que quien recibiera el mensaje fuera un chico de aquel mismo edificio, que poco antes la miró extrañado al verla subir a la azotea.
Era un chico de su edad, alto, atlético, tenía muchos amigos y su aspecto encantador enamoraba a las chicas, que caían rendidas ante su pelo rubio y sus ojos azules
Aquel joven no la conocía muy bien, estuvo en su clase el curso anterior y nunca hablaron mucho. La curiosidad le pudo al leer aquel mensaje tan perturbador y subió a la azotea a husmear.
Al llegar arriba, la vio. De pie al borde de la azotea.
Justo cuando la chica decidió acabar con su vida y saltar, el joven se abalanzó sobre ella agarrándola de la mano, impidiendo que se suicidara. Salvándola en el último instante.
La alzó y tumbó a la chica en el suelo de la azotea, mientras ella lloraba y él la miraba confundido.
─ ¿Por qué? ─gimoteó ella
El chico seguía mirándola atónito sin ser capaz de hablar, aun descompuesto ante la alocada vivencia que acababa de ocurrirle. Había salvado a aquella chica y no sabía que decirle.
─ ¿Por qué me lo has impedido? ─grito la chica mientras lloraba.
El chico la abrazó y le susurró al oído

─ Porque el mundo no es tan cruel como puede parecer…

No hay comentarios:

Publicar un comentario