Tener los ojos vendados y
estar atada tiene sus ventajas: Todo se siente más… intenso.
Y ahí me
encontraba yo, sin ver nada.
Sintiendo su lengua recorrerme cada parte de mi
cuerpo con lujuria, los golpes con la fusta en mis redondeadas nalgas y el
sudor recorriendo mi piel.
Estábamos unidos por sensaciones contradictorias.
Placer
y dolor.
Amo y sumisa.
Éramos… como la seda y el cuero.
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